No parece claro que el modelo de instrucción
comúnmente establecido sea el que vaya a permitir obtener los logros que el
alumnado debe adquirir. El proceso de
enseñanza basado en la clase magistral o en el desarrollo de unas unidades
mediante explicaciones acumulativas supone un peso difícil de levantar por
parte del estudiante.
Las
posibilidades de un buen rendimiento se reducen cada vez más porque el modelo
de sociedad en que ellos viven tiende a separarse del modelo de enseñanza
tradicional. Hay que insistir en la
importancia de la perseverancia, del trabajo diario y continuo, de la paciencia
de los tiempos lentos. Pero también
debemos entender que en el mundo las cosas funcionan de otra manera y que hay
que encontrar el punto de intersección entre ambos modelos.
La
sociedad capitalista, basada en un atroz consumismo, genera modelos de usar y
tirar, no solo en cuanto a adquisiciones materiales, sino también en cuanto a
percepciones, sensaciones, estados de ánimo.
Es evidente, entonces, que aquello que el alumno acumula de cara a un
examen lo tira a la basura en pocos días.
Lo impone el modelo consumista, pero también la necesidad de dejar hueco
en la cabeza para exámenes posteriores.
Todo
apunta a que el modelo de examen seguirá vigente como arma instrumental básica
en la evaluación y calificación de los alumnos, incluso el modelo se sigue
extendiendo por la presencia de algunas pruebas externas (y las que están por
venir). Así las cosas, pedir a un alumno
de 2º de Bachillerato que aprenda es una entelequia puesto que su cabeza y,
habitualmente también la del profesor, está puesta en la Selectividad. Cuanto antes se adelanten este tipo de
pruebas también se adelantarán las ansiedades y los vicios vinculados al modelo
memorístico o simplemente resolutivo, aquellos que resultan eficaces para salir
adelante.
En
realidad, lo único que hace el alumno es acumular datos, sin ordenarlos, sin
clasificarlos, sin relacionarlos entre sí y, en muchos casos, sin
comprenderlos. La mayor parte de ellos
prefiere estudiar solo el día o los días inmediatamente previos a la fecha del
examen que hacerlo a largo plazo porque piensan que todo lo que hagan se les va
a olvidar. Comprenden, correctamente, que
el modelo educativo actual (el de siempre) les exige devolver lo que han
recibido, sin necesidad de elaborar nada por su parte. Por desgracia, así es en muchas ocasiones,
pero no siempre y tampoco en todas las materias por igual.
El
modelo de estudio debe primar el trabajo individual y diario o, cuando menos,
semanal. La recompensa a ese trabajo ya
supondrá un acicate para realizarlo pero, al mismo tiempo estará poniendo las
bases para la adquisición de los correctos aprendizajes. El “modelo del tetris” significa que, cuando
alguien adquiere conocimientos pero no lo hace de manera significativa, si no
los interioriza y los hace propios, los va acumulando sin encontrar un
significado. Es como, cuando en el juego,
las piezas se amontonan unas encima de otras sin permitir encontrar resquicios
y sin otra salida que el apilamiento en filas hasta la derrota. O lo que es lo mismo, acumulación de datos
inservibles hasta que la cabeza explota o hasta que, tras muchas horas de
estudio, no se encuentra una clara visibilidad y el resultado final es el
fracaso escolar.
Uno de los retos actuales del
profesor es saber poner al alumno ante los datos que está recibiendo para
digerirlos correctamente. Que no se
atragante con ellos y que no acumule filas por no saber colocar cada pieza en
su lugar. Es importante la interrelación
de los contenidos, es necesaria la relación interdepartamental para que el
alumno sepa que las materias están también relacionadas entre sí. Cada contenido ha de ocupar un lugar en la
cabeza del estudiante, aquel que esté próximo a otros que ya conozca y que, a
su vez, se habrá situado ahí por afinidad con otros conocimientos
anteriores. Todo esto solo se consigue
con el trabajo constante mediante la utilización de las herramientas adecuadas
en cada momento del proceso de estudio.
No es tarea
sencilla, pero es factible la posibilidad de crecer desde las primeras etapas
como estudiante, utilizando unos saberes prácticos y constructivos. En todo caso, ahí radica la razón de ser y la
magia del magisterio, en mostrar a cada muchacho el camino adecuado para
crecer, a su manera, pero rectamente.