lunes, 27 de febrero de 2012

 JEAN JACQUES ROUSSEAU (escritor ilustrado francés), en Emilio:
 “La instrucción de los niños es un oficio en el que hay que saber perder tiempo para ganarlo”.

EL HOMBRE QUE LANZABA ESTRELLAS DE MAR

Merece la pena hacer un esfuerzo por todos u cada uno de nuestros chicos.  Este pequeño cuento es una muestra de lo importante que podemos llegar a ser para alguno de ellos (y quizás no seamos lo suficientemente conscientes). Éste es el camino:


          En cierta ocasión, un científico se trasladó a una casa que tenía en la playa con el fin de poder concentrarse y finalizar unos trabajos.  Al caer la tarde se dispuso a dar un paseo, y mientras caminaba por la playa vio a lo lejos a un hombre bailando; sonrió, al pensar que alguien en aquel lugar y a esas horas podía estar bailando y caminó hacia él.  Al acercarse más observó que hombre no bailaba, sino que recogía algo del suelo y lo lanzaba al agua.

         Cuando hubo llegado a su altura, le saludó y le dijo:
-         ¿Qué es lo que estás haciendo?
El hombre le sonrió y le contestó:
-         Lanzo estrellas de mar al océano.
-         ¿Por qué? – le preguntó el científico.
-            Está bajando la marea y al quedarse varadas en la arena pueden morir.
-            Pero si hay decenas de kilómetros de playa y miles de estrellas de mar, ¿cree que su esfuerzo servirá para algo?
El hombre le escuchó educadamente, y cuando hubo acabado se agachó, recogió otra estrella y la lanzó al mar.
-         Para ésa, mi esfuerzo sí tuvo sentido – contestó.

domingo, 26 de febrero de 2012

SAN AGUSTÍN (obispo y filósofo, 354 - 439):
“Obedeced más a los que enseñan que a los que mandan”.
He incluido un enlace a uno de los blogs de El País.  Es de Ángel Gabilondo y se titula El salto del ángel.  Como ministro su actuación quizás no pasó de discreta pero todo cuanto aparece en este blog es verdaderamente delicioso.

martes, 21 de febrero de 2012

Tres vías: 1. el libro de texto

  Los profesores tenemos un problema importante: somos dependientes de los libros de texto.  En primer lugar porque la mayor parte de las programaciones didácticas se elaboran a partir del temario de la editorial que nos ha proporcionado el libro de texto.  En segundo lugar porque no somos capaces de ir a clase sin él.  Contenidos y actividades se vinculan al libro.
  Este metodología de clase impide un desarrollo profesional, nos estanca pedagógicamente y los alumnos alcanzan un aprendizaje poco edificante puesto que solo se han de limitar a repetir lo que aparece en el famoso libro.  Si queremos alumnos capaces de alcanzar buenas capacidades procedimentales y aptos para un bachillerato y unos estudios superiores debemos renunciar a este método tradicional.  Es común incluso decir a los chicos lo que deben subrayar en el libro, motivando con ello un mayor grado de aletargamiento porque ni siquiera son capaces así de reflexionar y priorizar los contenidos que deben trabajar.
  Entonces, ¿por qué sigue estando tan extendida esta metodología?  Sencillamente porque obliga menos, el profesor apenas se desgasta y el alumno tampoco.  Se produce una mimetización entre lo que cuenta el libro y el aprendizaje subyacente pese a que ni el alumno pueda establecer un criterio ni el profesor se replantee la cuestión acerca de la importancia de la interpretación en la exposición.  El profesor debe argumentar, no solo ofrecer contenidos, y el alumno valorar lo que se le presenta y acceder a una comprensión propia y elaborada de la información.  Esta metodología es cómoda también porque las editoriales ya se preocupan por hacernos una programación de contenidos, objetivos, criterios de evaluación y atención a la diversidad, de modo que dejan resuelto el fastidioso trabajo de agradar al inspector de turno con una programación completa.
  Recuerdo un capítulo de Los Simpsons en que Lisa esconde los libros del profesor de todos los maestros, generando un caos entre el profesorado.  Creo que ha llegado el momento de que eso no le pueda pasar a ningún docente actual.  Hemos de enfrentarnos al reto de utilizar los libros de texto como material útil en el aula, pero nunca como elemento básico sino complementario.