martes, 21 de febrero de 2012

Tres vías: 1. el libro de texto

  Los profesores tenemos un problema importante: somos dependientes de los libros de texto.  En primer lugar porque la mayor parte de las programaciones didácticas se elaboran a partir del temario de la editorial que nos ha proporcionado el libro de texto.  En segundo lugar porque no somos capaces de ir a clase sin él.  Contenidos y actividades se vinculan al libro.
  Este metodología de clase impide un desarrollo profesional, nos estanca pedagógicamente y los alumnos alcanzan un aprendizaje poco edificante puesto que solo se han de limitar a repetir lo que aparece en el famoso libro.  Si queremos alumnos capaces de alcanzar buenas capacidades procedimentales y aptos para un bachillerato y unos estudios superiores debemos renunciar a este método tradicional.  Es común incluso decir a los chicos lo que deben subrayar en el libro, motivando con ello un mayor grado de aletargamiento porque ni siquiera son capaces así de reflexionar y priorizar los contenidos que deben trabajar.
  Entonces, ¿por qué sigue estando tan extendida esta metodología?  Sencillamente porque obliga menos, el profesor apenas se desgasta y el alumno tampoco.  Se produce una mimetización entre lo que cuenta el libro y el aprendizaje subyacente pese a que ni el alumno pueda establecer un criterio ni el profesor se replantee la cuestión acerca de la importancia de la interpretación en la exposición.  El profesor debe argumentar, no solo ofrecer contenidos, y el alumno valorar lo que se le presenta y acceder a una comprensión propia y elaborada de la información.  Esta metodología es cómoda también porque las editoriales ya se preocupan por hacernos una programación de contenidos, objetivos, criterios de evaluación y atención a la diversidad, de modo que dejan resuelto el fastidioso trabajo de agradar al inspector de turno con una programación completa.
  Recuerdo un capítulo de Los Simpsons en que Lisa esconde los libros del profesor de todos los maestros, generando un caos entre el profesorado.  Creo que ha llegado el momento de que eso no le pueda pasar a ningún docente actual.  Hemos de enfrentarnos al reto de utilizar los libros de texto como material útil en el aula, pero nunca como elemento básico sino complementario.

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