Al comienzo del verano todos los profesores nos
vemos obligados a actuar a la defensiva, es ese punto en que parecemos unos
apestados del sistema debido a que dejamos de producir durante dos meses
completos. Hay incluso quien piensa que
es mucho más tiempo y que, en todo caso, no producimos nada tampoco durante el
resto del año.
Hay muchas respuestas clásicas
ante los ataques del exterior: el trabajo es muy duro, los chicos desgastan
mucho, no tenemos alumnos en clase porque se han ido de vacaciones, cada vez
nos exige más la administración, oposita tú y ocupa este lugar… Hace tiempo que deje de intentar defenderme y
simplemente afirmo, “sí, es verdad, qué afortunados somos”. Todo ello, a pesar de que son muchos los
docentes que trabajan en casa una gran cantidad de horas durante el año, que lo
siguen haciendo en verano, repasando y preparando materiales o, de forma
indirecta, mejorando su formación. Muchos
se implican en proyectos que suponen cantidad de horas de trabajo completamente
altruistas. También los hay que forman parte de tribunales de oposiciones o de
equipos directivos y, por tanto, el mes de julio es de trabajo.
Confío en la predisposición de
gran cantidad de colegas y en su profesionalidad, que debe añadirse a la
responsabilidad que exige nuestra tarea, así como a la alta cualificación, no
correspondida suficientemente en cada cuenta corriente. Los profesores dejaron de trabajar durante el
mes de julio hace ya bastantes años porque a la administración le salía más
rentable rebajar su sueldo a cambio de dar vacaciones completas durante ese
mes. En realidad, suponían, poco van a
aportar y mucha carga suponen al erario público. Lo peor, es que muchos docentes aplaudieron
la iniciativa y prefirieron perder capacidad adquisitiva.
Pero, si hay algo que me molesta
es la autocomplacencia. Es fácil
encontrar muestras de disfrute de las vacaciones de cada cual mientras otros
profesionales están sudando la gota gorda del riguroso verano, cuando no están
en su casa, igual que ellos, pero por falta de trabajo. El colmo de esta indecencia la vi en la
imagen de perfil de un watsapp recientemente: se veía un reloj de muñeca con el
siguiente lema en su interior: “es la hora de tocarme los cojones durante los
próximos dos meses”.
No debemos rebajarnos a la
altura de tener que defendernos por disfrutar de unas vacaciones que merecemos
ni tampoco de atacar a los demás, pero, por supuesto, debemos ser respetuosos
con los demás y no mofarnos de las buenas vacaciones de que disfrutamos. Es así como la opinión acerca de nuestra
profesión se degrada dentro de la sociedad.