Con
frecuencia se confunde la idea de libertad con la de capricho, se justifica
cualquier actuación de los demás y así se le transmite a los alumnos. Un ejemplo, muy persistente en los últimos
tiempos hace referencia a la forma de vestir de los chicos. Ante esta cuestión no faltan voces (diría que
mayoritarias) que solicitan la libertad de elección del alumno. El uniforme, frente a las ideas opuestas,
facilita la libertad puesto que sitúa a todos los alumnos en el mismo nivel y
oculta las diferencias socioeconómicas entre ellos. Por supuesto, defiendo un uniforme moderno
(no los clásicos y anticuados de los colegios privados), cómodo y no sexista.
Las supuestas libertades
permiten la presencia de situaciones ridículas, como que un chico vaya a clase
en tirantes (con pelos en las axilas y el olor correspondiente) o con bermudas
y chanclas (aunque digan que son “de vestir”).
Igualmente, algunas chicas llevan escotes exagerados, incluso en
invierno. La moda de las gorras parece
estar en relativo retroceso, aunque sigue siendo un caballo de batalla, pero el
absurdo reciente se refiere al mantenimiento del abrigo en el aula. Ellos lo justifican diciendo que tienen
frío. Cierto es que seríamos unos
tiranos si realmente hiciera frío y permitiéramos que los alumnos se
congelaran. O que nos justifique su
familia que está enfermo y no lo tuviéramos en cuenta. La cuestión es que en clase está puesta la
calefacción (en ocasiones, lo indecente es el calor que hace) pero el chico
dice que no se quita el abrigo porque solo lleva una camiseta. La costumbre acaba por normalizar el
sinsentido pero cuando lo vi por primera vez, no pude dar crédito. Es llamativo tener que enseñar a vestirse a
un muchacho adolescente porque decide no llevar jersey ni sudadera.
Cuando se les plantea que deben quitarse el abrigo,
se resisten todo lo posible. Solo el
paso del tiempo y la confianza que pueda establecerse entre profesor y alumno
puede hacer cambiar esta situación. Así
que, ante el insolente cuestionamiento, no queda más remedio que justificar los
motivos por los que debe atender a la orden de quitarse el abrigo. Veamos algunas de estas justificaciones:
1. Por
convencionalismo social: parece que este argumento tiene poco valor,
pero es importante mostrar la actitud más propicia para cada situación. Así pues, acudir a un restaurante y comer con
las manos, no atenta contra nadie pero tampoco creo que se pueda dudar de la
incorrección del hecho. Debemos enseñar
a nuestros alumnos a comportarse correctamente, no solo a poder elegir lo que
quieran hacer en cada momento solo porque lo quieren hacer. La gorra no es propicia en un interior, el
abrigo tampoco lo es cuando va a comenzar una sesión. Comer y beber tampoco es correcto. No es necesario argumentar la libertad de
actuación sino atender a la corrección socialmente establecida.
2. Por
utilidad: todo objeto tiene una función.
Y es así como se debe valorar su presencia y su uso. De forma concreta, los complementos pueden
clasificarse en dos tipos: aquellos que completan un atuendo (como los zapatos,
el reloj, un collar, una cadena, una pulsera), que permiten mantener la
personalidad de su portador; y los que no lo hacen. Estos últimos solo pueden llevarse cuando su
uso es preceptivo: un bolso (para portar objetos), un sombrero (por pura
estética), un paraguas o una capucha (para cubrirse de la lluvia), un abanico
(para soliviantar el calor), una gorra (para evitar la insolación en la cabeza
y su molestia en la visión), un gorro o un abrigo (para mantenerse caliente).
3. Por
salud: es evidente que llevar puesto el abrigo en un interior cálido y
mantener ese mismo atuendo al salir a la calle (podemos estar hablando de una
diferencia de 15 o 20 grados centígrados), tendrá sus efectos sobre la salud.
4. Por
comodidad: la realización de una actividad sentado en una silla y
actuando sobre un pupitre, requiere necesariamente de una higiene postural y de
una facilidad de movimientos. Cualquier
abrigo (los chalecos, cortafríos y chubasqueros quedan incluidos) impiden esa
maniobrabilidad. Solamente el ejercicio
correcto de las actividades permite conocer las ventajas de realizarlas. Mientras tanto, nos seguirán diciendo que
están cómodos.
5. Por
mantenerse despierto: la mayor parte de los alumnos que defienden seguir
con el abrigo puesto, tienen poco interés por los estudios. Si el aula está acondicionada y el alumno se
sienta recostado y con las piernas estiradas, el abrigo facilita que se acurruque
y, por tanto la posibilidad de mantenerse adormilado.
6. Por
evitar el encubrimiento de objetos: a mayor número de capas, más
posibilidad de esconder objetos. La
manga larga facilita esconder las chuletas, el abrigo permite encubrir el
teléfono móvil, verdadero motivo por el que muchas veces quieren mantenerse en
clase con el abrigo puesto. Es habitual
que, quien se lo quita a regañadientes, coja el móvil del abrigo y lo guarde en
algún otro lugar.
7. Por
disciplina: puede que alguno de los motivos anteriores no convenzan a
alguno pero dudo que alguien no quede convencido por alguno de ellos. Pero, si eso sucede, hay algo mucho más convincente:
el profesor es quien decide lo que se puede y lo que no se puede hacer en su
clase. Y lo hace porque dispone de un
grado de libertad ganado gracias a su conocimiento, su madurez y su
experiencia, elementos indispensables para poder disfrutar plenamente de
libertad. Quien no dispone de ellos
(caso de nuestros muchachos), acude a la escuela a ser educado. Y, entre otras cosas, también debe aprender a
ser libre.
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