Si lo intentamos nos daremos cuenta: sí, somos referencia para los alumnos:
El profesor de enseñanza secundaria no debe ser un mero transmisor de conocimientos. En los tiempos que corren (y también en otros anteriores, aunque quizás las particularidades del mundo actual lo muestran con mayor urgencia) el profesor necesita hacerse un hueco en un lugar más amplio. Los estudiantes están bastante necesitados de referencias porque las que creen haber encontrado no son verdaderamente útiles en su vida. Les resulta difícil encontrar caminos y piensan que todo lo que ven a su alrededor y que su percepción al respecto son las únicas realidades existentes. Sin embargo, parte de la magia de nuestra profesión consiste en mostrar esas vías que no conocen, no tanto porque no las hayan transitado como porque desconocen su existencia. Nosotros tenemos más conocimientos pero también más experiencias y una amplitud de perspectivas que podemos ofrecer. Sin duda, ellos lo agradecerán.
Actuar en positivo
¿Alguna vez nos paramos a pensar en los mensajes que emitimos? ¿Cuántos de ellos son valorados positivamente por los alumnos? ¿Cuántas veces utilizamos fórmulas del tipo: "cállate", "siéntate", "quieto", "no molestes", "no tires cosas", "respeta a tus compañeros", "haz lo que te digo", "si sigues así...", "negativo", "un cero", etc.?
En realidad este problema no es solo propio del profesorado sino una generalidad en nuestra sociedad: se piensa antes en negativo que en positivo, en la crítica que en la construcción. Es obvio que a los chicos hay que mostrarles que ciertas conductas son incorrectas y ser sincero con ellos: cuando las cosas van mal deben saberlo, pero no para abroncarlos sin más sino para esperar una modificación en la conducta. Ahora bien, el exceso de refuerzos negativos acaban por perder valor, el receptor se acostumbra a escuchar este tipo de fórmulas y su cabeza deja de procesarlas.
La actuación en positivo tiende a ser sorprendente, motivo suficiente para conseguir una captación de la atención. Por otra parte generan un bienestar en el receptor que le hará mostrarse más sereno y también más predispuesto para el trabajo. Si el mensaje está bien dirigido seguramente genere una sonrisa. Este hecho en sí mismo produce un grado de satisfacción que permite al alumno continuar con el proceso de enseñanza-aprendizaje con mucha más facilidad, pero además refuerza su autoestima. Y también la nuestra porque estamos necesitados de estímulos y mensajes positivos. Para mí una sonrisa de un alumno o su bienestar sereno en una clase es un enorme estímulo positivo que permite seguir creciendo en el proceso y creyendo en lo que hacemos.
El mensaje positivo puede surgir en cualquier momento. A veces conviene reflexionar en medio de un momento de crisis en la clase y tratar de modificar, aunque solo sea de forma fugaz para que el alumno valore correctamente lo que queremos decir. Así pues, ante la crítica, la "táctica del sándwich" es siempre útil, es decir entre dos mensajes negativos se establece uno positivo. Así, podemos primero reprimir, después hacer ver que ciertos valores suyos merecen la pena y cerrar mostrando de nuevo su actitud negativa para tratar de reconducirla.
Hay otros momentos: en mitad de una clase, al principio, al final, durante un examen, etc. Podemos usar la pizarra para mostrar un mensaje de ánimo durante un examen, escribir una cita en la parte superior de la pizarra o un pequeño mensaje en un borde (al estilo de Forges). Podemos entrar con alegría y saludar de forma afectiva o despedirnos con un "hasta mañana, sed felices".
La capacidad de alcance de los mensajes es mayor por el canal y la emotividad utilizados que por el mensaje en sí mismo.
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